28 agosto 2015

LEONARDO DA VINCI: LA ÚLTIMA CENA

Hace algo más de 500 años Ludovico Sforza, duque de Milán, decidió que el patrimonio artístico de la ciudad debía reflejar el esplendor de esta y de su gobernante, por lo que encargó a Leonardo Da Vinci un mural para decorar una de las paredes del refectorio del convento dominico de Santa Maria delle Grazie. La temática debía ser la última cena de Jesús y sus discípulos, un tema habitual en la época, pero la obra que resultó fue una revolución en el mundo del arte.
La Última Cena (1497)
Con casi 9 metros de largo y 4,5 de alto La Última Cena cubre casi toda la pared norte del refectorio.

Estudio para La Última Cena
A la hora de realizar el diseño de la composición Leonardo debía tener en cuenta una serie de pautas. La composición no podía romper con la tradición, debía mantenerse fiel a los evangelios, y debía complementar la disposición de los asientos del comedor. Los frailes no podían hablar durante las comidas por lo que sus asientos estaban separados, y las representaciones de La Última Cena debían hacer coincidir uno de los espacios vacíos con la figura de Judas.

Leonardo se replanteó todo este diseño y creó algo novedoso. Recoge el momento en el que Jesús anuncia la traición de Judas, representando a los apóstoles no sentados en fila, como se había hecho en los últimos cien años, sino en diferentes grupos formados por tres apóstoles cada uno, con algunos de los discípulos de pie mientras otros permanecen sentados, reaccionando entre ellos. Jesús aparece en el centro, pero en lugar de aparecer rodeado como en las representaciones anteriores lo representa aislado y vulnerable. Aunque el cambio más radical lo encontramos en la figura de Judas, hasta este momento se había representado en frente de sus compañeros, delante de la mesa, mientras que ahora aparece detrás de ella formando un grupo junto a Pedro y Juan, siendo la bolsa de monedas que sujeta el único elemento que lo identifica.

La revolución de Leonardo no sólo afectó al diseño si no también a la técnica. Leonardo probó un método diferente, intentó realizar una pintura al oleo sobre una pared. Sus discípulos trataron el muro, dejándolo preparado para una pintura al fresco, pero Leonardo aplicó dos capas más, una de calcio y magnesio para facilitar la fusión de los colores y otra de plomo blanco para añadir brillo, dejando que la pared se secase, lo que le permitiría trabajar más despacio. Por último se aplicaron unos aceites para darle al mural un mayor brillo.
Copia de Giampetrino (1520)
Pero apenas veinte años después de su finalización la obra empezó a degradarse, desconchándose y despegándose del muro, debido en gran parte a la humedad del subsuelo que se filtraba por las paredes y a la nueva técnica que había usado Leonardo, que fue afectada por el moho.

Leonardo volvió a retocar su obra pero fue incapaz de parar el desastre.
Refectorio Santa Maria delle Grazie actualmente
En 1652 los frailes derribaron un trozo de la pared para aumentar una puerta situada debajo, que cortó los pies de Cristo y una parte de la mesa.

Protección durante la
II Guerra Mundial
A finales del siglo XVIII, Milán sucumbió a las tropas de Napoleón que usaron el refectorio como establo y almacén de comida, los soldados rasgaron los ojos de los apóstoles con sus dagas y arrojaron piedras contra las figuras, hasta que un edicto de Napoleón los frenó, salvando la obra.

En 1943 los bombardeos aliados durante la II Guerra Mundial casi la redujeron a cenizas.

Y entre todo esto sufrió al menos once campañas de restauración para frenar su degradación, algunas de ellas incluso le causaron un mayor daño que la humedad o el vandalismo. Pegaron los trozos del fresco caído de nuevo a la pared con cola animal, se aplicaron rodillos calientes sobre la superficie para planchar la pintura y los toscos retoques de los restauradores degradaron las caras de los apóstoles.

Para algunos historiadores del arte lo único que queda de La Última Cena de Leonardo es la composición.  

21 agosto 2015

ARTE DE ACCIÓN: HAPPENING-PERFORMANCE-FLUXUS

A finales de los años 50 aparece una nueva forma de arte que recibirá el nombre de happening, término que procede del inglés to happen (suceder, pasar) y que se puede definir como una acción artística, normalmente planeada, aunque con cierto grado de espontaneidad, que tiene lugar en un espacio y un tiempo determinado y en la que se busca la participación del espectador combinando elementos del teatro y de las artes visuales. 

Continuando con la postura de las vanguardias históricas, el happeninig se desvinculaba de los museos, espacios destinados a la conservación y exposición de objetos, y salía a la calle, plazas, centros comerciales. No era un objeto que se pudiese admirar, vender o comprar, era un acto único y efímero.

Aunque a finales de los años 60 se empezó a usar el vídeo como registro documental de las acciones, algo que fue rechazado por los primeros artistas que lo veían como una ruptura con las líneas más puristas del happening, contrarias a su comercialización.

Velada dadaísta
Podemos encontrar precedentes del happening en las veladas dadaistasentorno al Cabaret Voltaire (Suiza), a principios del siglo XX, donde realizaban diferentes representaciones en las que mezclaban poesía, arte plástico, música y acciones repetitivas. Nacieron a raíz de la I Guerra Mundial buscando una nueva forma de protesta y de interacción con el espectador.

A principios de los años 50 el espíritu dadá resurgió en el BlackMountain College, con un es­pectáculo, 4,33, en el que John Cage se sentaba al piano frente a una partitura en blanco, sin tocar una sola nota, los únicos sonidos eran los que provenían del público lo que contribuía a configurar el significado del acto, aunque es al artista Allan Kaprow a quien se le atribuye la primera representación pública de un happening, en la Reuben Gallery de Nueva York en 1959, titulada Dieciocho happenings en seis cuadros (18 happenings in 6 parts), en la que combinaba diferentes medios como música, proyecciones de diapositivas, esculturas, movimientos de baile, los invitados recibían un guión a su llegada y debían interpretarlo junto al artista.
18 happenings in 6 parts (1959),A. Kaprow
Junto con el happening aparecieron en los años 60 otras manifestaciones de arte de acción como la performance (actuación), en la que el artista, a diferencia del happening, no buscaba la interacción directa de los espectadores, sino que era él mismo quien se convertía en el elemento principal de la obra.

Mierda de artista (1961), P. Manzoni
Los artistas desafiaban al público a que reexaminaran los límites del arte y ampliaran su definición. Artistas como Piero Manzoni que, en 1961, enlató sus excrementos en 90 latas que etiquetó como Mierda de artista y vendió a peso de oro, algunas de ellas se exponen en museos y galerías de arte, otras han explotado debido a los gases acumulados.

Otros como Hermann Nitsch, artista principal del accionismo vienés, utilizaron la violencia física como un proceso catártico, intentando penetrar en la psique humana, mediante el uso de cadáveres de animales, símbolos religiosos y sexuales.
Performance, H. Nitsch
Algunos otros vieron en el cuerpo humano una base para crear su arte, el body art. Yves Klein, en 1960, decidió usar el cuerpo de varias modelos como pinceles, se embadurnaban de pintura azul (azul klein) y eran arrastradas por el artista sobre diferentes telas, el resultado eran unas obras a las que llamó antropometrías.
Antropometrías (1960), Y. Klein
Otra modalidad de arte de acción el Fluxus, estuvo más ligado a la música que a las artes plásticas. Creado en 1963, por el artista George Maciunas, sus objetivos eran más sociales que estéticos, declarándose anti-arte, contrarios a la práctica profesional del arte, la separación entre artistas y público y contra la visión tradicional del objeto artístico como mercancía.

Acción fluxus
Se basaba en la vivencia de un acontecimiento improvisado, mucho más simple que el happening y distanciándose del espectador, como, por ejemplo, sentarse en una mesa y beber una cerveza.

El arte de acción se convirtió en un arma contra los convencionalismos del arte establecido, en una reacción por parte de los artistas ante una sociedad consumista y saturada que degradaba el arte a mera mercancía, llegando a su apogeo en la década de los 70.


14 agosto 2015

EL VIAJE DEL GUERNICA

En 1937 París se preparaba para la Exposición Universal de las artes y la técnica, que tendría lugar en el verano de ese mismo año.

Picasso trabajando en El Guernica, 
fotografía de Dora Maar (1937)
La república española iba a participar con un pabellón basado en el turismo y el comercio, pero la guerra civil lo cambió todo y el gobierno decidió que el pabellón fuese una denuncia internacional contra la situación que sufría España.

Para ello pensó que el artista vivo más conocido en el mundo, Pablo Picasso, realizara el mural central del pabellón. Picasso empezó a trabajar enseguida en una serie de aguafuertes titulados Sueño y mentira de Franco, en los que se ridiculizaba a Franco y su alzamiento, la idea era convertirlos en postales y venderlos en el pabellón. Pero no acababa de encontrar una idea para plasmar en el mural.
Sueño y mentira de Franco (1937)

En abril de 1937, un mes antes de que se inaugurara la exposición, llegaron a París las noticias del bombardeo de Guernica, una pequeña población al norte de España, por la Legión Cóndor. En la devastación del pueblo de Guernica, Picasso, encontró la inspiración.

Durante un mes se dedicó a pintar intensamente sobre una tela de más de siete metros de largo y cuatro de alto. El cuadro sería en blanco y negro como las fotografías de Guernica que había visto en la prensa.

La Exposición internacional se inauguró en mayo, el pabellón español buscaba llamar la atención sobre lo que estaba ocurriendo en España. Se exhibían obras de diferentes artistas como Miró o Benlliure, además de fotografías y carteles propagandísticos de la guerra, y en el centro, el mural de Picasso.
El Guernica en el pabellón español, París 1937

El gobierno republicano confiaba en el poder de atracción de Picasso, por eso aunque el pintor se había negado a cobrar, la república le pagó 150.000 francos.

En España la guerra continuaba, Negrín sucedió a Largo Caballero al frente del gobierno republicano, lo que causó el cambio del embajador de París. Ante esta situación de cambios, cuando en enero acabó la Exposición internacional no hubo nadie que se hiciera cargo del Guernica y fue el propio Picasso quien recuperó el cuadro.

Fue cuando el Guernica empezó su primera gira, la idea era exhibirlo durante unos meses en varias ciudades europeas y recaudar fondos para la causa republicana.
El Guernica en el MOMA, Nueva York
En 1939 Franco estaba a punto de ganar la guerra, el gobierno republicano debía huir de España, y en el caos de la fuga se perdió, entre otros muchos documentos, el recibo de compra del cuadro a Picasso.
Días después de la victoria de Franco, el Guernica fue embarcado en el buque Normandía rumbo a Nueva York. Ante la inminencia de la II guerra mundial, Picasso le pidió a su amigo Alfred Barr, director del MOMA, que el museo se hiciera cargo del cuadro y los estudios que lo acompañan hasta que en España se reinstaurase de nuevo la república.

Antes de instalarse en el MOMA, la obra realizó una gira por Estados Unidos, con la finalidad de recaudar dinero para los exiliados españoles.
Fotografía Dora Maar (1937)

La estancia provisional del Guernica en el MOMA duraría 42 años.

En la década de lo 50 emprendería una nueva gira por diversas ciudades europeas. En los traslados la obra era enrollada y desenrollada, perdiendo flexibilidad. Ante el mal estado de la pintura, Picasso pidió que no se volviese a mover de Nueva York.

A pesar de haber pasado gran parte de su vida en Francia, Pablo Picasso seguía muy apegado a los amigos y costumbres españolas, y aprovechaba sus estancias en el sur de Francia para asistir a diversas corridas de toros. Aprovechándose de esto, a finales de los años 60, el gobierno franquista intentó utilizar su amistad con el torero Luís Miguel Dominguín para llevar a cabo la operación regreso.

El gobierno trataba de recuperar el Guernica dejando las puertas de España abiertas, tanto al pintor como a la obra. Picasso se negó a que el cuadro sirviera para mejorar la imagen del régimen y en noviembre de 1969 pidió a su abogado, Roland Dumas, que redactara un documento que fue enviado al MOMA y en el que reiteraba que el Guernica y las obras que lo acompañaban sólo serían entregadas al gobierno español cuando las libertades públicas volvieran a España.

Tras este desplante al régimen, el Guernica y Picasso se convirtieron en un símbolo contra la dictadura franquista.
Dibujo preparatorio para El Guernica (1937)

El 20 de noviembre de 1975 moría Franco, Picasso lo había hecho dos años antes, se abrían así las puertas para el retorno del Guernica a España. Aunque el director de escultura y pintura del MOMA, William Rubin, no lo tenía tan claro, Picasso quería que el cuadro se quedara en el MOMA hasta que en España se estableciera un gobierno republicano y España era una monarquía.

Los hijos y herederos de Picasso, a su vez reclamaban los dibujos preparatorios del Guernica, según ellos el gobierno español sólo tenía derecho sobre el cuadro.
Dibujo preparatorio para El Guernica (1937)

Ante toda esta situación, Rafael Fernández Quintanilla, un diplomático español destinado en París, descubrió que el gobierno republicano había hecho un pago de 150.000 francos por la obra, lo que legitimaba al gobierno español como dueño del Guernica.

Tras una intensa búsqueda se consiguió el recibo del pago y empezaron las negociaciones con el MOMA. En cuanto a los herederos de Picasso, el gobierno español los amenazó con diversas demandas, de cuyos costos deberían hacerse cargo, ya que según el testamento de Picasso, en la herencia quedaban exentos el Guernica y las obras que lo acompañaban.

El 10 de septiembre de 1981 el Guernica llegó a Madrid. En un primer momento se instaló en el Casón del Buen Retiro, en una urna de cristal blindado y custodiado por la guardia civil.
Casón del Buen Retiro
Su último viaje lo realizó en verano de 1992, cuando fue trasladado definitivamente al Museo Reina Sofía.

07 agosto 2015

JACKSON POLLOCK Y EL ACTION PAINTING


En 1943 Peggy Guggenheim preguntó a su amigo Mondrian que le parecía el cuadro de un desconocido artista llamado Pollock, ante el que Mondrian respondió, no lo sé, tengo el sentimiento de que esta puede ser la pintura más emocionante que he visto desde hace mucho tiempo.

Al año siguiente Peggy Guggenheim lo invitó a exponer sus obras, siendo el primer artista norteamericano que lo hacía en su galería. Fue el inicio de una productiva pero corta carrera, cuyo auge apenas duró diez años, entre 1943 y 1953.

Jackson Pollock nació en Wyoming, en el seno de un familia de granjeros. Desde joven empezó a dar signos de problemas psiquiátricos que lo acercaron a las teorías de Jung y sus arquetipos, muy presentes en sus primeras obras, frente a las teorías de Freud que dominaban en el surrealismo.

También exploró el arte primitivo norteamericano mientras acompañaba a su padre en sus viajes, sobretodo la estilización de las formas y los colores brillantes.
Number 31 (1950)
En 1930 se mudó a Nueva York donde estudió bajo la tutela del pintor Thomas Hart Benton, en el Art Students League of New York. En esta ciudad entró en contacto con el arte de los muralistas mexicanos, Siqueiros y Orozco, de quienes aprendió su expresividad monumental y con las obras de grandes artistas contemporáneos como Picasso, Miró o Klee expuestas en el MOMA.
Number 5 (1948)
Aunque la mayor influencia la recibió de su mujer, Lee Krasner, pintora enmarcada dentro del expresionismo abstracto, más famosa que él cuando se casaron en 1945, pero que abandonó su carrera para apoyar a su marido desde la sombra.

P. Guggenheim y J. Pollock
con la obra Mural
En julio de 1943 Peggy Guggenheim le encargó una obra para su casa Mural, obra que realizó en una noche de trabajo sin descanso, y en la que se empieza a distinguir su propio estilo, el action painting (pintura de acción).

Caracterizado por la expresividad del color y la fuerza del gesto pictórico, intenta expresar sensaciones como el movimiento, la energía, la velocidad.

Pollock introdujo el uso de nuevos materiales como la pintura industrial, que aplicaba directamente sobre el lienzo, que abandonó el caballete y se trasladó al suelo. Pintaba alrededor del lienzo con un bote de pintura agujereado o con el pincel, salpicando la tela de forma espontánea, esta técnica recibiría el nombre de dripping (gotear) y permitía una conexión directa entre el pensamiento y la acción del artista.

En algunas ocasiones Pollock se movía por encima de las telas y en algunas de sus obras se puede ver la huella de sus zapatos, de sus manos e incluso ceniza de los cigarrillos que fumaba.
Mural (1943)
Sus composiciones carecen de un sentido espacial (no hay arriba y abajo), trataba toda la superficie del lienzo con la misma intensidad, alejándose de la composición tradicional.

A través de la pintura de acción el acto de pintar se convirtió en objeto de arte, dejando a un lado los aspectos expresivos o simbólicos de la obra, lo que suponía una ruptura radical con la tradición pictórica europea.

Jackson Pollock murió en agosto de 1956, a los cuarenta y cuatro años, en un accidente de coche con regusto a suicidio.

Nunca quiso ser un artista mediático pero lamentablemente su carrera coincidió con el auge de los medios audiovisuales que encontraron en su figura un filón. Pollock daba la imagen de rebelde, irreverente, con trastornos psicológicos, problemas de alcoholismo.

En 1949 la revista Life se preguntó si era el artista más grande de los Estados
Fotograma del documental de
Hans Namuth
Unidos. En 1950 el fotógrafo Hans Namuth realizó un seguimiento de su proceso creativo, a pesar de que en un principio estuvo de acuerdo, al ver el resultado sintió que su trabajo había sido manipulado, no era él pintando sino haciendo como que pintaba.

A la manipulación mediática se añadió la política, que lo convirtió en un símbolo de lo americano, dando la imagen de creatividad artística posible en el capitalismo frente al realismo socialista de la Unión Soviética.

A partir de la década de los cincuenta su estilo cambió drásticamente, abandonó la técnica del dripping, sus pinturas se oscurecieron y empezó a introducir elementos figurativos, no vendió ninguna de las obras, no era lo que los coleccionistas querían.

Todo ello, junto a su frustración personal hizo que su problema de alcoholismo se profundizara.

Tras su muerte, su viuda mantuvo vivo el legado y la imagen del artista.

The Deep (1953)