27 enero 2017

HENRY LAYARD, EXCAVACIÓN DE LA COLINA DE NIMRUD

Grabado representando un Lammasu (1853)
Nacido en París en 1817 de padres ingleses, creció viajando por Europa acompañándolos en sus viajes y aprendiendo de ellos su amor por la cultura y las artes.

Cuando su padre enfermó fue enviado a Inglaterra, al cuidado de sus tíos. Estudió derecho, y consiguió una plaza como funcionario de la corona británica en Ceylán (Sri Lanka).

En 1839, antes de centrar su vida en las leyes y los despachos, decidió realizar el viaje que lo llevaría a su destino, no por la ruta convencional, por barco, sino atravesando Europa, los Balcanes y el Imperio Turco Otomano hasta la India.

H. Layard (1817-1894)
Durante este viaje, a caballo, fue asaltado, secuestrado y sufrió malaria. En 1840, mientras descansaba en Mossul (Irak), descubrió la colina o tell, de Nimrud, una acumulación de viejos ladrillos y antiguas esculturas, que recibía el nombre en honor a un descendiente de Noé, considerado el creador, según la Biblia, del primer gran reino sobre la tierra tras el diluvio.

Layard quedó fascinado por la zona y poco después de reemprender su viaje, mientras atravesaba Persia, decidió que su futuro no estaba en Ceylán. Regresó a Mossul y empezó a buscar financiación para poder empezar con las excavaciones de Nimrud, conocida como Kalkhu por los Asirios.

Sus primeros pasos fueron buscar la ayuda de Sir S. Canning, embajador británico ante el imperio Otomano, que le ofreció un trabajo como espía.
Grabado con relieves de Nimrud 
Tras varios años sirviendo como espía, en 1845, Layard por fin consiguió convencer a Canning para que le financiara con 150 libras, con las que podría contratar una pequeña cuadrilla y empezar a excavar.

Decidió empezar en la zona más alta del tell, pensando que ahí estarían ubicados los templos y palacios, y a los pocos días empezó a encontrar relieves de alabastro, que antiguamente cubrían las paredes de los palacios y en los que se representaban escenas de caza, conquista, banquetes...

Estos descubrimientos llegaron a los oídos del gobernador turco de Mossul, Mohammed Keritli Oglu, un hombre sin escrúpulos y ávido de dinero, que intentó sacar provecho.

Grabado descubrimiento
Lammasu (1849)
Layard no tenía dinero para pagar ni sobornar a las autoridades, por lo que el gobernador paralizó las excavaciones, aduciendo que la colina era un cementerio musulmán y por lo tanto no podía excavarse.

Al regresar a Nimrud, Layard y sus hombres se encontraron docenas de lápidas desperdigadas por toda la excavación. Por suerte, el soldado encargado de vigilar la excavación procedía de uno de los pueblos en los que el gobernador había robado las lápidas, y decidió hacer la vista gorda, permitiendo a Layard y sus hombres continuar trabajando.

Poco después de volver a las excavaciones hicieron un nuevo descubrimiento, una gran cabeza barbuda, que los trabajadores inmediatamente reconocieron como el propio Nimrud. La noticia corrió rápidamente por toda la zona, llegando al nuevo gobernador, Ismail, que creyó que lo que habían encontrado era la tumba de Nimrud por lo que las excavaciones se paralizaron de nuevo.

En realidad lo que habían descubierto era la escultura de un Lammasu, un híbrido mitad toro o león, mitad águila y cabeza humana. La estatua, de más de dos metros de altura, era una figura que protegía la entrada de las ciudades o palacios, ahuyentando a los enemigos.
Reconstrucción palacio real de Nimrud
Layard pudo convencer al gobernador de que no habían encontrado una tumba y así poder volver a excavar.

Tras estos hallazgos escribió al embajador británico para pedirle más fondos, ya que éste prefería que le dedicase más tiempo a su faceta de espía e informador que a la de arqueólogo.

Cuando Canning vio la importancia de los descubrimientos que había realizado decidió escribir al primer ministro británico para pedirle el dinero que Layard necesitaba, ya que con su adquisición, el British Muesum podría superar al Museo del Louvre.

Relieve de Nimrud
En esta época Francia y Gran Bretaña eran las dos grandes potencias mundiales, que luchaban por hacerse con el control de los territorios que el débil imperio Otomano estaba perdiendo y cuyo enfrentamiento se daba en todos los campos, incluyendo el de conseguir el mayor y mejor número de antigüedades.

Con la llegada de nuevos fondos por parte del British Museum, Layard continuó con las excavaciones, hallando importantes piezas como el Obelisco negro del rey Salmanasar.

En 1847, tras dos años de excavaciones, empezó a arrancar los Lammasu o toros alados, y los relieves de alabastro para enviarlos a Londres. Los Lammasu fueron separados de las jambas a las que estaban unidos y junto con los relieves embalados y arrastrados sobre troncos hacia el río Tigris, donde fueron embarcados y protegidos de los asaltos de las tribus beduinas hasta el Golfo Pérsico, desde allí por mar hasta la India, donde fueron expuestos durante una temporada, y finalmente enviados a Inglaterra y al British Museum.

En 1849, tras regresar de un viaje por Inglaterra para presentar sus hallazgos, Layard regresó a Mossul y empezó la excavación de la ciudad de Nínive, donde descubría el archivo del palacio real de Senaquerib y la biblioteca de Asurbanipal.

20 enero 2017

FAUVISMO

El puente de Charing Cross (1906) A. Derain
Con la llegada del siglo XX empezaron a surgir una serie de movimientos artísticos, conocidos como vanguardias, que buscaban básicamente la innovación, desafiando los modelos y valores existentes hasta el momento. Estos estilos se sucederían con enorme rapidez, tomando elementos de unos y otros y sin apenas tiempo para asimilarlos.

El primero de estos movimientos fue el fauvismo, desarrollado entre 1904 y 1907 aproximadamente. El nombre proviene del francés fauve, fiera, término con el que el crítico Louis Vauxcelles denominó al grupo de pintores que expusieron sus obras en el salón de Otoño de París en 1905.

Las obras, de colores estridentes, agresivos e irreales, contrastaban con la escultura de estilo renacentista de Marque, también expuesta en el Salón, ante lo que el crítico expresó Donatello chez les fauves, Donatello entre las fieras.

El río Sena en Chatou (1906) M. Vlaminck
Los fauvistas buscaban la superioridad del color sobre las formas, esto ya se había podido entrever en obras de Van Gogh y, sobretodo, Gauguin pero los fauves lo remarcaron con la utilización de colores primarios, el juego de complementarios y las tonalidades chillonas y agresivas.

Otra de las características de los pintores fauvistas fue la técnica de pincelada suelta con gruesos empastes, sin mezclas y evitando matizar los colores. Las figuras, planas, se encerraban en gruesas lineas de contorno para ayudar a definir el espacio de cada color, renunciando a la perspectiva clásica, al claroscuro y al modelado de los volúmenes.

Los temas más usados fueron retratos en interiores, tomando como modelos a su entorno familiar y amigos, naturalezas muertas y paisajes. También se interesaron por el arte africano.

Retrato de M. Matisse (1905)
H. Matisse
El grupo fue liderado por el pintor Henri Matisse, al que siguieron otros artistas como Derain, Vlaminck, Braque o Dufy, pero, al igual que ocurrió con los impresionistas, solo permanecieron unidos por un breve período de tiempo ya que no formaban un movimiento definido, carecían de un manifiesto fundacional o un programa estético, y mantuvieron su independencia creativa.

El fin del movimiento se puede atribuir a una renovada atención a la obra de Cezanne, que tras una exposición celebrada en París en 1907, al año siguiente de su muerte, revivió su énfasis por el orden natural y la estructura.

Ese mismo año Picasso pintó Las señoritas de Avignon, y dio paso a la llegada del cubismo.

13 enero 2017

LA DESTRUCCIÓN DEL PARTENÓN

A lo largo de la historia el Partenón ha sufrido constantes cambios, daños y pérdidas que han dejado un edificio prácticamente en ruinas.

Su historia se inició poco después de la batalla de Maratón (490 A.C.) con el intento de construir un primer santuario dedicado a la diosa Atenea Parthenos, en el mismo lugar que el actual, en la Acrópolis de Atenas.

En el 480 A.C., mientras se estaba construyendo, los persas invadieron la ciudad arrasando la acrópolis y destruyendo el templo, que no se volvería a reconstruir hasta el 447 A.C. gracias al trabajo de reconstrucción de la Acrópolis impulsado por Pericles.

La obra fue encargada a los arquitectos Ictino y Calícrates aunque bajo la supervisión del escultor Fidias, que se encargó también de realizar la gran escultura criselefantina de la diosa Atenea, protectora de la ciudad y a quien se dedicó el templo.
Fidias mostrando el friso del Partenón a sus amigos (1868) L. Alma-Tadema
Los primeros daños se iniciaron durante la dominación romana, algunas de las estatuas y decoraciones fueron adquiridas por ilustres visitantes y trasladadas a Roma. También fueron importantes los daños ocasionados por un incendio en el siglo III que destrozó el techo de madera.

Aunque fue con la llegada del cristianismo que el Partenón sufrió su mayor transformación. A finales del siglo IV el emperador Teodosio, mediante el edicto de Tesalónica, declaró el cristianismo como religión oficial y prohibió el culto a los dioses paganos, por lo que el Partenón pasó a estar bajo la advocación de la Virgen María.

Durante este período como iglesia cristiana, el Partenón perdió parte de su decoración considerada profana y sufrió importantes cambios estructurales. Se cerraron los lados mediante la construcción, entre las columnas, de un muro, se anuló la entrada a la cella, donde se levantó un altar y un pequeño ábside, y se abrió una nueva entrada junto a la que se construyó una torre que servía de campanario.

Con la invasión turca en 1456, la iglesia pasó a ser una mezquita, el campanario se transformó en un minarete, el ábside en mihrab y los mosaicos y pinturas que decoraban el interior fueron blanqueados.

Otro episodio importante en la destrucción del edificio fue en 1687, durante el sitio de la República de Venecia a Atenas. Los turcos utilizaron el Partenón como almacén de pólvora que explotó cuando fue bombardeado por las tropas venecianas destruyendo gran parte del templo, el techo, columnas, muros...

Un destrozo que aumentaría con el intento del general veneciano Francesco Monsori de llevarse algunas de las esculturas del frontón oeste, que acabaron cayendo y rompiéndose.

Grabado explosión Partenón (1707) F. Fanelli
Tras varios meses en Atenas los venecianos abandonaron la ciudad que volvió a manos de los turcos. Éstos volvieron a erigir una mezquita, usando partes del templo derruido que también sirvieron para la reconstrucción de otros edificios y como recuerdo de viajeros que se llevaban pequeñas piezas de escultura e incluso metopas y trozos del friso.

El último gran daño sufrido por el Partenón fue en 1801 cuando Lord Elgin consiguió el permiso del sultán Selim III para acceder a la Acrópolis y hacerse con gran parte de la decoración, estatuas procedentes de los frontones, metopas y gran parte del friso que quedaba.

Tras su independencia en 1831, Grecia intentó reconstruir la acrópolis, limpiando y restaurando los edificios y exponiendo en un museo fragmentos y piezas artísticas, sin dejar de reclamar las partes del Partenón que se encuentran dispersas en varios museos europeos, sobretodo la colección de mármoles del British Museum

06 enero 2017

LA CREACIÓN DE LOS REYES MAGOS

El tema de la Epifanía o adoración de los Reyes Magos aparece por primera vez en el Evangelio de San Mateo (Mt. 2, 1-12), el único de los cuatro evangelistas que hace referencia a este suceso, aunque no aporta mucha información aparte de que eran magos y procedían de Oriente.

Nacido, pues, Jesús en Belén de Judá en los días del
rey Herodes, llegaron del Oriente a Jerusalén
unos magos diciendo: “¿Dónde está el rey
de los judíos que acaba de nacer?”.
Y al entrar en la casa, vieron al niño con su
madre María, y postrándose, lo adoraron;
y abriendo sus tesoros, le ofrecieron
regalos: oro, incienso y mirra.

Mosaico iglesia San Vital de Rávena (S. V)
Será posteriormente, a partir de los evangelios apócrifos, leyendas y aportaciones teológicas, que se irá construyendo la identidad que hoy conocemos.

En ningún momento San Mateo hace referencia al número de magos que llegaron para adorar a Jesús, por lo que en las primeras representaciones iconográficas de la Epifanía podemos encontrar representaciones de dos, tres, cuatro doce e incluso 60 magos.

Catacumbas de Priscila, Roma (S. III)
No fue hasta el siglo III que el teólogo Orígenes marcó el número de tres, basándose en los regalos que habían llevado, oro, incienso y mirra. Esto permitía relacionarlos con la Santísima Trinidad, con las edades de la vida, juventud, madurez y vejez, y con las tres partes del mundo conocidas en la época, Europa, Asia y África, que a su vez se identificaban con las diferentes razas que se originaron con los descendientes de Noé, Sem, Cam y Jafet.

Aunque no fue hasta el siglo V que la Iglesia lo oficializó a través de una declaración del papa León I el Magno en sus Sermones para la Epifanía.

También en el siglo III Tertuliano, basándose en el salmo 72, El rey prometido, que la tradición cristiana asociaba al mesías, identificó a los magos, sacerdotes persas seguidores de Zoroastro que interpretaban los sueños y estudiaban los astros, como los reyes que según el salmo portarían presentes.

Y los reyes de Tarsis y las islas le pagarán
tributo, los reyes de Saba, los de
Arabia le traerán presentes.

La Adoración de los magos (1609) P.P. Rubens
Los nombres aparecieron por primera vez en el Evangelio Armenio de la Infancia, del siglo IV, reconociéndolos como Melchor, Gaspar y Baltasar, nombres que fueron aceptados oficialmente por la Iglesia en el Liber Pontificalis del siglo IX.

En el siglo VI la identidad de los Reyes magos quedó marcada tal y como la conocemos hoy en día con la aparición de la obra Excerptiones patrum, collectanea et flores, atribuida erróneamente a Beda el Venerable en la que se les describe identificándolos con sus nombres, el presente que llevaba cada uno y el significado que este tenía, a parte de que por primera vez se hizo referencia a la piel oscura de Baltasar.

El primero de los magos fue Melchor, un anciano
de largos cabellos y cumplidas barbas... quien
ofreció el oro, símbolo de la realeza divina.
El segundo, llamado Gaspar, joven imberbe de
piel encendida, honró a Jesús presentándole
el incienso, ofrenda que manifestaba su divinidad.
El tercero, llamado Baltasar, de piel oscura (fuscus)
y con toda su barba, testimonió con la ofrenda
de la mirra, que el hijo del hombre tenía que morir.

El sueño de los reyes magos,
Salterio Royal (S. XIII)
Las leyendas sobre la figura de los Reyes magos continuaron creciendo y empezaron a explicar que pasó tras abandonar Belén. Según estas leyendas el apóstol Tomás los encontró en la India, donde fueron bautizados y consagrados obispos, murieron martirizados en el año 70 y sus restos fueron depositados en el mismo sarcófago, siendo enterrados en Saba.

Durante la Edad Media, en un momento en el que la posesión de las reliquias de un determinado santo podía mover multitudes hacia una ciudad como centro de peregrinaje, la ciudad de Milán, que durante el siglo XI había perdido mucho prestigio, anunció que poseía las reliquias de los Reyes magos.

Representación del cuarto
rey mago (América) (1501)
Vasco Fernandes
Estas habían sido traídas desde Constantinopla, donde Santa Helena, madre del emperador Constantino, las había trasladado tras descubrirlas en Saba, por el santo milanés San Eustorgio.

Aunque poco tiempo después, en 1164, Federico Barbaroja, emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, invadió Milán saqueando la iglesia donde estaban depositadas las reliquias y las trasladó a la ciudad de Colonia. Posteriormente, en el siglo XIII, con el inicio de la construcción de la catedral, los tres cuerpos fueron trasladados a un relicario de oro con las coronas que supuestamente llevaron durante su existencia y su culto empezó a atraer a los primeros peregrinos.