En
el siglo XII aparecen una serie de condiciones, tanto en el
pensamiento filosófico y teológico como en la nueva situación
económica europea, que allanan el camino para la aparición de un
nuevo arte, que a diferencia del arte románico que surge
simultáneamente en diferentes países, tiene un origen claro la
reforma de la abadía de Saint-Denis, en Île-de-France, y sobre todo
la figura de su abad Suger.
La
abadía de Saint-Denis era una antigua abadía carolingia, oscura y
de reducidas dimensiones a las afueras de París. Esta iglesia había
quedado pequeña para la gran multitud de fieles que en ella se
congregaban, ya que era depositaria de los restos de San Dionisio,
pero no era esta la única razón para su reforma, Saint-Denis era
también el lugar elegido por los reyes franceses como panteón real,
lo que le concedía un gran prestigio. Esta unión con la monarquía,
y en un territorio bajo su dominio directo hicieron ver a Suger la falta
de un edificio emblemático que pudiera convertir a Saint-Denis en la
capital religiosa de Francia, ya que se hallaba eclipsada por las
construcciones de sus vecinas Normandía y Borgoña.
Para
la reforma de Saint-Denis Suger debe empezar de cero, ya que no tiene
a su alrededor ninguna construcción que se acerque a su pensamiento,
por lo que buscó más allá de Francia, encontrándolos en Santa Sofía de Constantinopla y el templo de Salomón. Ideológicamente
concibe la nueva iglesia como una obra teológica, fundamentada en
las ideas neoplatónicas y en los escritos del patrón de la abadía,
San Dionisio (según se creía erróneamente San Dionisio Areopagita)
y en su obra Theologia Mystica, basándose
en el pensamiento Dios es luz,
que se transmitirá a través de las vidrieras, que dejan así de
comportarse como simples ventanales y pasan a ser un medio para la
configuración simbólica del espacio y soporte de contenidos
iconográficos.
Las
obras se llevaron a cabo en tres fases, iniciándose a partir de
1137 y debiéndose amoldar a la iglesia ya existente. Primero se
realizaron las obras en el nártex y a continuación en la cabecera,
donde encontramos mayores novedades constructivas como una amplia
girola, alrededor de la cual se disponen una serie de capillas
radiales, que ahora son tangentes entre sí y no separadas como era
característico en el románico. También aparece el uso de las
bóvedas de crucería, lo que permite la abertura de grandes vanos, y
elementos de un nuevo lenguaje en el corte de las molduras, la forma
de los capiteles, las proporciones y elevación de las cubiertas...
Innovaciones para las que Suger impulsó a los maestros de obras a
explotar todos los recursos arquitectónicos que hasta ese momento no
habían sido más que artificios de albañilería. Todos los
elementos que conforman la arquitectura gótica ya se conocían y se
utilizaban, pero la innovación en el gótico no se da en la
invención, sino en la aplicación intencionada para lograr una forma
uniforme y con una clara unidad de estilo, que unido con una nueva
concepción espacial y religiosa del templo marca una clara ruptura
con el arte románico.
La
última fase se dio cuando se decidió derrumbar lo único que quedaba
de la antigua iglesia carolingia, pero las obras se interrumpieron en
1147 debido a la regencia de Suger y a la Segunda cruzada a Tierra
Santa que Saint-Denis financió, y no se volverían a retomar hasta
1231, con Suger ya muerto, si bien ya no supusieron ninguna
innovación formal, pasando ahora a ser receptores de las
innovaciones de otros proyectos más que origen de ellas.