EL ÁNGEL SONRIENTE DE LA CATEDRAL DE REIMS

Fotografía de 1918
En 1211, Aubry de Humbert, arzobispo de Reims colocó la primera piedra que iniciaría la construcción de una nueva catedral, destinada a sustituir a la antigua, de época carolingia, que había sido destruida por un incendio el año anterior.

A finales del siglo XIII la construcción ya estaba prácticamente acabada, sólo faltaba la fachada occidental, que se levantó durante el siglo XIV, aunque siguiendo los diseños realizados en el siglo anterior.

La rapidez con la que se realizaron las obras de construcción se debieron a la importancia de la ciudad de Reims como centro comercial de la región y al simbolismo político que había alcanzado como testigo de importantes sucesos históricos.

Juana de Arco en la coronación de Carlos VII en
Reims
(1865), L. Bakalowicz
En la Navidad del año 496, Clodoveo I, rey de todos los francos y fundador de la dinastía merovingia, eligió la pequeña iglesia de Reims para ser bautizado, convirtiéndose al cristianismo junto a otros 2.000 francos, por el obispo de la ciudad, St. Rémi. Posteriormente, en el año 816, otro rey, Ludovico Pío, hijo de Carlomagno, también la elegiría para su consagración como emperador.

En el siglo XIII Luis IX decretó que todos los monarcas franceses debían ser ungidos en Notre-Dame de Reims, y así fue durante quinientos años, siendo Carlos X el último rey de Francia en ser coronado en la catedral, que también fue testigo en 1429 de la llegada del delfín de Francia, futuro Carlos VII, escoltado por una joven adolescente vestida con armadura y líder de un ejército, Juana de Arco.

Durante la república Reims no perdió el poder que había alcanzado a lo largo de los siglos gracias al importante papel jugado por su catedral y prueba de ello fue el enfurecimiento de los franceses cuando la ciudad fue tomada y saqueada por los prusianos en 1870, y que aplaudieron la decisión de los aliados al elegirla como lugar para recibir la rendición de Alemania en mayo de 1945.

Aunque entre estos dos momentos ocurrió el peor en la historia de la ciudad.
Bombardeos alemanes sobre la catedral de Reims
En agosto 1914, durante la I Guerra Mundial, las tropas alemanas invadieron Reims, convirtiendo la catedral en un hospital para sus tropas, siendo reconquistada un mes después por el ejército francés. Los alemanes abandonaron la ciudad pero se mantuvieron a escasa distancia y con los cañones apuntando directamente a la ciudad.

El primer proyectil fue lanzado el 19 de septiembre de 1914.

Gran parte de la catedral estaba rodeada por andamios de madera llenos de sacos de arena, que el arquitecto del templo, Max Sainsaulieu, había colocado como medida de protección para las estatuas que no habían podido ser trasladadas. Con el impacto de las bombas los andamios se incendiaron extendiendo el fuego hasta el techo, de roble y plomo, que se derritió fluyendo a través de las gárgolas hacia las calles y por las grietas del tejado hacia el interior de la catedral prendiendo fuego a la paja, dejada por los alemanes, y los bancos de madera.

Gran parte de la catedral fue destruida, incluido el ángel sonriente, l'ange au sourire, en el portal izquierdo de la fachada principal, que representa al arcángel San Gabriel.

Durante el incendio se desplomaron varios trozos de la parte alta de la fachada principal provocando la decapitación del ángel cuya cabeza cayó al suelo y se rompió en varios pedazos. Tras el incendio, el abad Thinot, recogió los restos y los guardó en los sótanos del arzobispado, quedando olvidados hasta que M. Sainsaulieu los descubrió en 1915 convirtiéndolo en un símbolo de la destrucción del patrimonio francés por parte del ejército alemán.

Tras finalizar la guerra se decidió restaurar la escultura a partir de los fragmentos originales y de moldes conservados en el museo de los Monumentos Franceses, colocándose en el mismo lugar en el que había estado por más de 600 años el 13 de febrero de 1926, convertido ya en un símbolo de la ciudad.