La
Natividad de Cristo es una de las representaciones
iconográficas más antiguas y populares del arte cristiano.
Forma
parte del Ciclo de la Natividad, en el que se recogen diversos
momentos relacionados con el nacimiento de Cristo, desde
la Anunciación de la Virgen
hasta la Presentación de Jesús en el Templo.
Adoración de los Magos, Catacumba de Priscila (s.III) |
Las
fuentes para su representación las encontramos en la Biblia, en el
evangelio de San Lucas y en algunos de los evangelios apócrifos
(protoevangelio de Santiago, Evangelio Pseudo Mateo), aunque su
representación varió a lo largo de los siglos, ya fuese en relación
a los cambios dentro de la liturgia cristiana o a las decisiones
tomadas en los diferentes concilios.
Las
primeras representaciones conocidas las encontramos en las
decoraciones de las catacumbas romanas y en los relieves de algunos
sarcófagos, en las que se quería dejar constancia de las profecías
que anunciaban la llegada del Salvador. Una de las representaciones
más antiguas es la Adoración de los Magos en
la capilla griega de la catacumba de Priscila, del siglo III, en la
que se representó a la Virgen con Jesús en su regazo ante la
llegada de los Reyes Magos.
Ábside Sta. María Tahull (ca. 1123) |
Aunque
no fue hasta algo más tarde que se empezaron a representar
iconografías más amplias, como en los mosaicos del arco triunfal de
la basílica de Santa María Maggiore de Roma, de mediados del siglo V,
realizados para conmemorar la afirmación del dogma de la maternidad
divina de María (Theotokos) en el concilio de Éfeso (año
431).
En estas primeras representaciones, se mostraba a la Virgen de manera hierática, sentada frontalmente con Jesús en brazos y en ocasiones acompañada por otras figuras, un buey, una mula, varios pastores o los Reyes Magos.
Fragmento frontal altar de Avià (s. XII) |
A
lo largo de la edad Media se fue introduciendo un nuevo modelo
iconográfico aparecido en el arte bizantino en el siglo VI. La
Virgen aparecía acostada, haciendo alusión al parto, y Jesús a su
lado, en un pesebre, se mantenían las figuras del buey, la mula, los
pastores y los Reyes Magos, la figura de San José, representado
normalmente en un segundo término y de menor tamaño, se
representaba aislado, en una actitud pensativa, y aparecerían nuevas
figuras como los ángeles, para remarcar la divinidad de Jesús.
Este
modelo se mantuvo hasta el siglo XIV, en el que la representación de
la natividad se transformó en una adoración. La Virgen dejó de
representarse acostada para aparecer de rodillas ante Jesús, desnudo
sobre un montón de paja en el suelo o sobre el manto de la Virgen,
acompañados por San José, también en actitud orante, el buey y la
mula. Esta mueva iconografía, procedente de Italia, se basaba en el
relato que describía la visión de Santa Brígida de Suecia y se
extendió en el arte europeo hasta el siglo XVI.
Natividad, (s. XV) Fra Angelico |
Durante
el Renacimiento reaparecieron las figuras de los ángeles y los
pastores, la Adoración de los pastores
se había convertido en un tema iconográfico independiente dentro
del Ciclo de la Natividad. En
el Concilio de Trento
(1545-1563) se fijaron los dogmas de la iglesia católica y se
establecieron las bases iconográficas de las representaciones, en la
Natividad se prohibieron las figuras de las parteras, el buey y el
asno y el baño de Cristo que se consideraron innobles, apócrifos y
teológicamente erróneos, ya que el nacimiento de Cristo se
consideraba algo puro y sobrenatural.
En
el siglo XVII se volvió a una iconografía más humana, en
la que la Virgen volvía a representarse recostada.
A partir del siglo XVIII, las representaciones de la Natividad siguieron el mismo esquema iconográfico, adaptándose a los modelos artísticos de cada momento.
A partir del siglo XVIII, las representaciones de la Natividad siguieron el mismo esquema iconográfico, adaptándose a los modelos artísticos de cada momento.