Autorretrato, P.P. Rubens (1623) |
En
septiembre de 1628 Rubens llegaba a España, a petición del rey
Felipe IV. Era la segunda vez que visitaba el país y permanecería
hasta abril de 1629.
Esta
visita no tuvo un cariz artístico sino diplomático. El rey había
llamado a Rubens por sugerencia de la infanta Isabel Clara Eugenia,
gobernadora de los Paises Bajos, para recavar información sobre las
negociaciones para firmar un tratado de paz entre España y los
Países Bajos.
A
pesar de ello mientras estuvo en España Felipe IV, gran admirador
del artista, (el museo del Prado alberga una de las mayores
colecciones de Rubens procedentes de las colecciones reales) le
encargó varias obras. Según Francisco Pacheco realizó cinco
retratos del rey, entre ellos, un retrato ecuestre, el favorito del
monarca, y del que se conserva una copia en la Galleria degli Uffizi
en Florencia y un retrato al natural que debía servir de modelo
de las numerosas copias que luego se realizaron en su taller para
atender la demanda de nobles y embajadas que deseaban tener la efigie
del monarca, y del que hoy se conservan copias en importantes
museos como el Hermitage de San Petersburgo, el Carnegie Museum ofArt de Pittsburgh o en colecciones privadas como la de la Casa de
Alba. Tres de las obras se perdieron en 1734 durante el incendio del Real Alcazar de Madrid.
Felipe IV, P.P. Rubens (1628) |
Algunos
historiadores creen que el retrato no se realizó en España, sino en
el taller que el artista poseía en Amberes, ya que fue pintado sobre
tabla, un método propio de la pintura flamenca y que se reservaba
para los encargos más importantes, aunque en los años veinte se
transfirió a un lienzo, para evitar la deformación propia de la
madera.
El
cuadro de 63,5 centímetros de alto por 49 de ancho, representa al
joven monarca, con apenas 23 años y al frente de un imperio que
empezaba a desmoronarse.
Se
desconocía su paradero desde los años sesenta. Apareció catalogado
entre las pertenencias del pintor tras su muerte en Amberes en 1640 y
no se volvió a saber de el hasta principios del siglo XX, momento en
el que reapareció en manos de August L. Mayer, quien lo había
adquirido de una familia noble de Kent (Inglaterra). Mayer publicó
en 1926 en el Burlington Magazine su hallazgo, despertando el
interés de Joseph Duveen, uno de los marchantes de arte más
influyentes del siglo XX, que lo adquirió y vendió a la familia
Vanderbilt.
Felipe IV, P.P. Rubens (1628) |
La
última noticia que se tenía era que en los años sesenta fue
adquirido por el magnate hotelero Otto Eitel, hasta que sus actuales
propietarios, que permanecen en el anonimato, pidieron a la
historiadora del arte, perito judicial y tasadora Mercè Ros que
autentificara la obra de la que estaban seguros era el original de
Rubens.
Ahora
está a la venta, aunque el Gobierno puede ejercer su derecho de
tanteo durante los próximos seis meses para que el lienzo no salga
de España.