El Beso (1908) |
El Beso de Klimt es una imagen
intensamente apasionada, dos amantes se encuentran en un campo de
flores, el hombre viste una suntuosa túnica decorada con pan de oro,
acaricia el rostro de la mujer y se inclina para besarla en la
mejilla, ella, también vestida con oro, acepta el beso pero sin
entregarse. Detrás de ellos encontramos un inmenso vacío dorado.
La
obra se mostró por primera vez al público en Viena, en
la Exposición de Arte de
1908, y fue acogida con un gran entusiasmo por parte del público y
la crítica. Inmediatamente fue adquirida por la Galería Nacional de Austria, y hoy en día se expone en el Palacio de Belvedere en Viena.
Dibujo |
Cuando
Klimt pintó El Beso
tenía 45 años, y era con diferencia el artista más famoso de
Viena. Seguía viviendo con su madre y dos hermanas solteras que lo
atendían constantemente y lo presentaban como un hombre de vida
aburrida, pero detrás de esa fachada respetable se escondía un
hombre con un voraz apetito sexual, obsesionado con las mujeres, en
especial las pelirrojas.
La
vida de Klimt no era algo extraño en la Viena de la época, una
ciudad cosmopolita, próspera e hipócrita.
Parte del friso de Bethoven, (1902) |
En
1897, Klimt, se convirtió en un miembro destacado de la Secesión Vienesa, un grupo de artistas que se propuso poner fin al dominio de
la academia oficial en el arte. En 1902 realizaron una exposición
dedicada a Bethoven, en la que Klimt contribuyó con un friso, en el
que reflejó su personal y erótica visión de la novena sinfonía, entre las figuras
representadas destacaba una pareja, desnuda y abrazándose, que puede
verse como una anticipación de El Beso.
Klimt
empezó a trabajar en El Beso en
1907, la obra marcó el punto culminante de su llamada época
dorada, caracterizada por imágenes decorativas y sinuosas, predominando el dorado, en muchos casos con el uso de láminas de oro, y por su temática erótica. El uso de pan de oro
estaba influenciado por el viaje que había realizado a Italia en
1903, donde quedó impresionado por los mosaicos bizantinos de la
iglesia de San Vital de Rávena.
Cuando
se expuso en 1908, aún estaba incompleta y se titulaba Amantes.
Al acabar la exposición la obra
regresó al taller del artista que continuó trabajando en ella.
Klimt realizó varios cambios, añadió flores al tirante de la
mujer, alargó sus pies hasta el fondo dorado y le puso un vestido
mucho más apretado, marcando
su cuerpo y dotándola de más sensualidad, en cuanto a la figura masculina cambió los
bajos de la túnica, acabada en elementos en zigzag, por formas
ornamentales rectangulares como en el resto de la tela.
La
marcada ornamentación rectangular en la vestimenta masculina se ha
interpretado como una representación de la masculinidad, mientras
que en el vestido de la mujer las formas son más suaves y redondas y
simbolizarían la feminidad.
Klimt y Emilie Flöge |
En
cuanto a la identidad de los personajes que forman la obra, los
historiadores del arte llevan años especulando. Se ha sugerido que
la figura masculina representa al propio Klimt, pero en cuanto a la
figura femenina se ha especulado con varias mujeres, entre ellas
Emilie Flöge, su compañera durante 20 años, aunque nunca se
casaron e incluso puede que ni siquiera fueran amantes. También se
ha sugerido a Adele Bloch-Bauer, a la que retrató en la obra
conocida como La dama dorada, o
bien cualquiera de las modelos que frecuentaban el taller del
artista. La verdad es que imposible poder identificar con seguridad a
ninguno de los protagonistas.
Retrato de Adele Bloch-Bauer I, (1907) |
En
1908, cuando Klimt pintó El Beso, se la consideró una obra moderna, un año más tarde era una obra
anticuada. Los rasgos angulosos, violentos y nerviosos del
expresionismo habían llegado al arte austríaco y llevaron al olvido
las formas suaves de El Beso y
el Art Nouveau.