El
25 de junio de 1496 Miguel Ángel Buonarroti llegaba a Roma, en aquel
momento el centro artístico más importante. Tras el Cisma de Avignon, la ciudad se había consolidado como sede permanente del
papado y se realizaban constantes obras de reforma y ornamentación,
así como nuevos proyectos urbanísticos que atraían a artistas de
toda Europa.
En
aquellos momentos Miguel Ángel contaba con apenas veintiún años,
pero ya había conseguido una notable reputación como escultor
trabajando para los Médicis en Florencia.
Su
llegada a Roma se debió a varios motivos, aunque el principal fue la
muerte de su mecenas Lorenzo el Magnífico. Tras su muerte, Florencia
entró en crisis tanto política como económicamente, lo que llevó
al descontento del pueblo que empezó a culpar a los Médicis de
todos los problemas, y dio a Girolamo Savonarola, prior del convento
dominico de San Marcos, el gobierno de la república (1494-98), que
dirigió basándose en sus ideas religiosas y morales.
San Juanito (1496) |
Este
contexto no era el más indicado para un artista como Miguel Ángel,
por lo que decidió marchar a la capital pontificia.
Aunque
según relata Condivi, biógrafo de Miguel Ángel, las razones fueron
diferentes.
Lorenzo di Pierfrancesco de Médici, simpatizante de los sublevados y mecenas
de Botticelli, había trabado amistad con Miguel Ángel, a quien
había encargado un pequeño San Juan Bautista. En una de sus visitas al estudio del artista pudo
contemplar un Cupido durmiente, esculpido
en mármol siguiendo el estilo de las estatuas antiguas, al verlo
Lorenzo di Pierfrancesco le comentó, si consiguieras darle
un aspecto tal que pareciera haber estado enterrado mucho tiempo, yo
podría mandarlo a Roma, donde lo tomarían por antiguo y podrías
venderlo mucho mejor.
Y
al parecer eso fue exactamente lo que sucedió. Un anticuario lo
vendió en Roma al cardenal Riario por 200 ducados, de los que a
Miguel Ángel sólo le llegaron 30. Indignado, decidió marchar a
Roma y reclamar lo que era suyo.
Baco (1497) |
Verdad
o anécdota, Miguel Ángel llegó a Roma y enseguida entró en
contacto con la élite cultural de la ciudad, entre ellos el cardenal
Riario, que le enseñó su famosa colección de escultura antigua y
desafió al artista a realizar una obra de belleza comparable. De
este desafío nació Baco, una escultura del dios del vino de
tamaño natural, que no fue del agrado del Cardenal y finalmente fue
adquirida por Jacopo Galli, que actuó como intermediario y garante
de su segundo encargo.
La
Piedad del Vaticano fue
encargada por el cardenal Jean Bilhères de Lagraulas, abad de Saint
Denis y embajador de Carlos VIII ante la Santa Sede, como presente
del rey francés para contribuir a la restauración y legitimación
de la Iglesia romana.
La
Piedad fue esculpida
en un año y representa a la Virgen María sosteniendo a su hijo
muerto en brazos, un tema poco frecuente en Italia pero muy conocido
en Francia.
Miguel
Ángel representó a la Virgen como una joven serena, lejos del dolor
y desgarro de las vírgenes del norte de Europa, formando, el
conjunto, una pirámide perfectamente equilibrada.
Piedad del Vaticano (1499) |
Cuentan
que cuando la obra estuvo finalizada algunos pusieron en duda la
autoría de Miguel Ángel, debido a su juventud. Al saberlo el
artista grabó su nombre en la escultura, en la cinta que cruza el
pecho de la Virgen (Miguel Ángel Buonarroti, florentino, lo
hizo).
Miguel
Ángel abandonó Roma en 1501, seguramente al no recibir ningún
encargo papal, y regresó a Florencia donde permaneció hasta 1505,
año en que regresaría a Roma para hacerse cargo de la tumba de
Julio II.