El TEMPLO DE ARTEMISA

Reconstrucción del templo de Artemisa
En la ciudad de Éfeso, Lidia, al oeste de la actual Turquía, desde hacía cientos de años se rendía culto a una misteriosa divinidad ctónica. Una diosa femenina a la que los griegos denominaban Artemis Efesia y que era una fusión entre varias divinidades de la antigüedad, la Artemis griega con la Magna Mater frigia y la diosa Cibeles de Caria.

A esta diosa se la representaba como poliamazónica, con muchos pechos, en referencia a la fertilidad de los campos y los animales, uno de los dones que podía conceder.

Desde hacía siglos en Éfeso, ciudad de la que era patrona y protectora, se construían en su honor santuarios y altares. En el siglo VI A.C., un momento de gran riqueza y paz en el reino de Lidia, se decidió construir uno de los mayores templos jamas construidos en el mundo griego, el Artemision.

La construcción del templo comenzó en torno al año 550 A.C., siendo el primer templo griego construido enteramente en mármol, y debido a sus grandes dimensiones, hacía más de cien metros de largo por 50 de ancho, tardó más de cien años en construirse.

Plantas del templo de Artemisa y Partenón
Poco después de que en Éfeso se empezara la construcción del templo en honor a Artemis, en la ciudad vecina de Dídima, que veneraba a su hermano gemelo, el dios Apolo, se empezó la construcción de un templo exactamente igual pero consagrado a este.

El templo de Artemís se ha perdido, pero se conservan las ruinas del templo de Apolo, lo que nos permite tener una idea de como debía ser el primero.

Además de por su monumentalidad, el templo destacaba por su arquitectura, que incluía importantes novedades tremendamente audaces para la época. Contaba a sus lados con dos filas de inmensas columnas jónicas, más altas y estilizadas que las dóricas, en lugar de una, que era lo usual en los templos griegos, y en la zona frontal con tres, que se prolongaban hacia el interior a través de la pronaos, dando la impresión de un gran bosque de columnas, desde la antigüedad había sido usual rendir culto a la diosa Artemís en bosques o arboledas.

La parte inferior de las columnas estaban decoradas con relieves policromados, lo que proporcionaba mayor sensación de espectacularidad al templo.

Debido a la enorme fama del templo, considerado ya por sus contemporáneos como una de las maravillas del mundo, un hombre llamado Heróstrato, en el año 356 A.C., lo quemó con la única finalidad de hacerse famoso.

En esta época Éfeso continuaba siendo una de las ciudades más ricas dentro del próspero reino de Lidia por lo que pudieron reconstruir el templo, haciéndolo más monumental que el anterior.

Relieves columna del
segundo templo
La quema del templo coincidió con el nacimiento de Alejandro Magno, y en la época se contaba que la diosa Artemisa había abandonado el templo para ayudar a la madre de Alejandro a dar a luz al mayor de los reyes, por lo que no había podido proteger su templo. Años después, Alejandro, pasó por la ciudad de Éfeso mientras seguían las obras de reconstrucción y se ofreció a pagarlas, pero los efesios, aún resentidos se negaron a aceptar su dinero.

La decadencia del templo empezó en el siglo I D.C., cuando una serie de terremotos debilitaron su estructura, posteriormente, en el 262 D.C., la zona fue invadida por los godos que lo quemaron para obtener la cal del mármol y lo poco que quedó, los habitantes de Éfeso lo utilizaron para construir sus propios edificios.

A principios del siglo V el edificio ya no existía y en su lugar sólo se podía contemplar una charca.

Los constructores del templo, levantado en una zona de enorme actividad sísmica, pensaron que si levantaban el templo en una zona de pantanos, el agua estancada que quedaba debajo de los cimientos ayudaría a aminorar las ondas sísmicas. Un sistema que no funcionó.

Y a día de hoy sólo quedan los cimientos del templo, que se mantienen bajo el agua.

Ruinas del templo de Artemisa