EL RETRATO DEL PRÍNCIPE CARLOS DE INGLATERRRA DE VELÁZQUEZ

Estos días se ha presentado en Madrid Velázquez desaparecido, una obra de Laura Cumming, crítica de arte en The Observer desde 1999, que ha devuelto a la luz la historia de una obra prácticamente desconocida.

En 1623, el príncipe Carlos de Inglaterra, futuro Carlos I, de 22 años, viajó a España de incógnito para tratar una alianza matrimonial con la infanta María Ana, hermana de Felipe IV.

Retrato de Velázquez en Las Meninas
(1656)
Siguiendo una política de propaganda, para dejar constancia de la célebre visita, Velázquez podría haber realizado un rápido boceto a mano alzada del príncipe que posteriormente trasladaría a un lienzo.

Sobre la existencia de esta obra sólo se conserva una cita de Francisco Pacheco, pintor y suegro de Velázquez, en la que habla de un bosquejo, boceto, que el artista realizó del príncipe y por el que recibió 100 escudos, y un registro del pago de la obra en los archivos británicos por 1100 reales, el 8 de septiembre de 1623.

No se volvió a saber nada más hasta que en 1845, John Snare, un humilde librero, acudió a la subasta de una casa de campo en Radley Hall, cerca de Oxford, donde compró por 8 libras, un retrato de medio cuerpo de Carlos I atribuido a Van Dyck.

A pesar de que en el siglo XIX Van Dyck era un autor sobradamente reconocido, ya que fue el pintor de cámara del rey, Snare, desde un principio tuvo la convicción que la obra que había adquirido pertenecía a Diego Velázquez, un autor apenas conocido en aquel momento en Gran Bretaña.

Felipe IV armado (1653)
D. Velázquez
Esta convicción de que poseía el retrato perdido del príncipe Carlos pintado en Madrid, se basaban en que el retratado era demasiado joven para ser rey y por lo tanto no podía haber sido pintado por el pintor de corte, Anton Van Dyck.

Aunque no se conserva ninguna copia de la obra, nos ha llegado una breve descripción a través de un folleto, editado por el propio Snare, para un catálogo en miniatura para una exposición celebrada en Old Bond Street en 1847 y titulado Una breve descripción del retrato del príncipe Carlos, posteriormente Carlos I, pintado en Madrid en 1623 por Velásquez [sic].

Describe la obra como, el joven príncipe inglés luce barba incipiente, lleva armadura, tiene una mano empuñando una espada... En la escena un globo queda semioculto por una cortina roja y amarilla. Al fondo se ve una escena de batalla a través de una ventana. 

A partir de ese momento Snare dedicó toda su vida a intentar demostrar la verdadera autoría de la obra, de la que nunca se quiso desprender. Reali exhaustivas investigaciones, presentó la obra públicamente en una exposición monográfica en Londres y Escocia e intentó convencer a los especialistas en arte, pero todo esto sólo le causó problemas y varios litigios que lo llevaron a abandonar Inglaterra, dejando a su mujer y cuatro hijos, para buscar una mayor fortuna en Nueva York.

En 1859 la obra se expuso en aquella ciudad, con un gran éxito de público y de la que el director literario del New York Times dijo es uno de los mejores retratos del mundo.

Tras la muerte de Snare su hijo mayor heredó la obra que se volvió a exhibir en el Metropolitan de Nueva York entre 1905 y 1906 para, posteriormente, volver a desaparecer.