Grabado representando un Lammasu (1853) |
Nacido
en París en 1817 de padres ingleses, creció viajando por Europa
acompañándolos en sus viajes y aprendiendo de ellos su amor por la
cultura y las artes.
Cuando
su padre enfermó fue enviado a Inglaterra, al cuidado de sus tíos.
Estudió derecho, y consiguió una plaza como funcionario de la
corona británica en Ceylán (Sri Lanka).
En
1839, antes de centrar su vida en las leyes y los despachos, decidió
realizar el viaje que lo llevaría a su destino, no por la ruta
convencional, por barco, sino atravesando Europa, los Balcanes y el
Imperio Turco Otomano hasta la India.
H. Layard (1817-1894) |
Durante
este viaje, a caballo, fue asaltado, secuestrado y sufrió malaria.
En 1840, mientras descansaba en Mossul (Irak), descubrió la colina
o tell, de Nimrud, una acumulación de viejos ladrillos y
antiguas esculturas, que recibía el nombre en honor a un
descendiente de Noé, considerado el creador, según la Biblia, del
primer gran reino sobre la tierra tras el diluvio.
Layard
quedó fascinado por la zona y poco después de reemprender su viaje,
mientras atravesaba Persia, decidió que su futuro no estaba en
Ceylán. Regresó a Mossul y empezó a buscar financiación para
poder empezar con las excavaciones de Nimrud, conocida como Kalkhu
por los Asirios.
Sus
primeros pasos fueron buscar la ayuda de Sir S. Canning, embajador
británico ante el imperio Otomano, que le ofreció un trabajo como
espía.
Grabado con relieves de Nimrud |
Tras
varios años sirviendo como espía, en 1845, Layard por fin consiguió
convencer a Canning para que le financiara con 150 libras, con las
que podría contratar una pequeña cuadrilla y empezar a excavar.
Decidió
empezar en la zona más alta del tell, pensando que ahí
estarían ubicados los templos y palacios, y a los pocos días empezó
a encontrar relieves de alabastro, que antiguamente cubrían las
paredes de los palacios y en los que se representaban escenas de
caza, conquista, banquetes...
Estos
descubrimientos llegaron a los oídos del gobernador turco de Mossul,
Mohammed Keritli Oglu, un hombre sin escrúpulos y ávido de dinero,
que intentó sacar provecho.
Grabado descubrimiento Lammasu (1849) |
Layard
no tenía dinero para pagar ni sobornar a las autoridades, por lo que
el gobernador paralizó las excavaciones, aduciendo que la colina era
un cementerio musulmán y por lo tanto no podía excavarse.
Al
regresar a Nimrud, Layard y sus hombres se encontraron docenas de
lápidas desperdigadas por toda la excavación. Por suerte, el
soldado encargado de vigilar la excavación procedía de uno de los
pueblos en los que el gobernador había robado las lápidas, y
decidió hacer la vista gorda, permitiendo a Layard y sus hombres
continuar trabajando.
Poco
después de volver a las excavaciones hicieron un nuevo
descubrimiento, una gran cabeza barbuda, que los trabajadores
inmediatamente reconocieron como el propio Nimrud. La noticia corrió
rápidamente por toda la zona, llegando al nuevo gobernador, Ismail,
que creyó que lo que habían encontrado era la tumba de Nimrud por
lo que las excavaciones se paralizaron de nuevo.
En
realidad lo que habían descubierto era la escultura de un Lammasu,
un híbrido mitad toro o león, mitad águila y cabeza humana. La
estatua, de más de dos metros de altura, era una figura que protegía
la entrada de las ciudades o palacios, ahuyentando a los enemigos.
Reconstrucción palacio real de Nimrud |
Layard
pudo convencer al gobernador de que no habían encontrado una tumba y
así poder volver a excavar.
Tras
estos hallazgos escribió al embajador británico para pedirle más
fondos, ya que éste prefería que le dedicase más tiempo a su
faceta de espía e informador que a la de arqueólogo.
Cuando
Canning vio la importancia de los descubrimientos que había
realizado decidió escribir al primer ministro británico para
pedirle el dinero que Layard necesitaba, ya que con su adquisición,
el British Muesum podría superar al Museo del Louvre.
Relieve de Nimrud |
En
esta época Francia y Gran Bretaña eran las dos grandes potencias
mundiales, que luchaban por hacerse con el control de los territorios
que el débil imperio Otomano estaba perdiendo y cuyo enfrentamiento
se daba en todos los campos, incluyendo el de conseguir el mayor y
mejor número de antigüedades.
Con
la llegada de nuevos fondos por parte del British Museum, Layard
continuó con las excavaciones, hallando importantes piezas como el
Obelisco negro del rey
Salmanasar.
En
1847, tras dos años de excavaciones, empezó a arrancar los Lammasu
o toros alados, y los relieves de alabastro para enviarlos a Londres.
Los Lammasu fueron
separados de las jambas a las que estaban unidos
y junto con los relieves embalados y
arrastrados sobre troncos hacia el río Tigris, donde fueron
embarcados y protegidos de los asaltos de las tribus
beduinas hasta el Golfo
Pérsico, desde allí por mar hasta la India, donde fueron expuestos
durante una temporada, y finalmente enviados a Inglaterra y al
British Museum.
En
1849, tras regresar de un viaje por Inglaterra para presentar sus
hallazgos, Layard regresó a Mossul y empezó la excavación de la
ciudad de Nínive, donde descubría
el archivo del palacio real de Senaquerib y la biblioteca de
Asurbanipal.