En
Egipto estaban la gran pirámide de Giza y el faro de Alejandría,
en Olimpia, Grecia, la estatua de oro y marfil de Zeus, en Babilonia
los jardines colgantes, en Turquía el templo de Artemisa, en Éfeso,
y el sepulcro de Mausolo y en la isla de Rodas el Coloso. De todas
ellas sólo queda una en pie, el resto fueron destruidas, saqueadas o
simplemente desaparecieron bajo nuevas construcciones.
Jardines colgantes de Babionia, M. Van Heemskerck |
La
idea de crear listas enumerando, lo que muchos cronistas y viajeros
consideraban grandes maravillas del arte y la arquitectura, proviene
de la época de Grecia y Roma. Estas listas se realizaban como “guías
de viaje” dirigidas a los viajeros en las que se detallaban los
lugares que no podían dejar de visitar.
Aunque
las construcciones que hoy en día reconocemos como las siete maravillas quedarían establecidas mucho más tarde.
En
cada época se realizaron diferentes listas, dando prioridad a unos
monumentos sobre otros según el gusto, la moda o la política del
momento. Una de las primeras de estas listas conocidas fue la
elaborada por Filón de Bizancio en el siglo III A.C., un escritor
griego que pasó gran parte de su vida estudiando los documentos de
la biblioteca de Alejandría, y que seguramente nunca llegó a
contemplar ninguno de los monumentos que describió, a diferencia de
Herodoto de Halicarnaso, considerado uno de los primeros
historiadores y gran viajero, y que en el siglo V A.C. realizó
también una lista sobre los grandes monumentos que todo viajero
debía visitar. En las listas realizadas en esta época destacaban
sobretodo los monumentos de origen heleno.
Pirámide de Giza, M Van Heemskerck |
En
la Edad Media por
el contrario, se incluyeron monumentos de origen bíblico, como el
arca de Noé o el Templo de Salomón en Jerusalén. En
la lista que realizó el monje inglés Beda el Venerable,
De
septem mundi miraculis,
incluía
construcciones romanas y, a diferencia de los los escritores
anteriores a él, descartaba las pirámides.
La
lista con las siete maravillas que conocemos hoy en día empezó a
gestarse durante el renacimiento, cuando occidente fijó su mirada en
la época clásica, los eruditos renacentistas tuvieron en gran
consideración las construcciones de aquella época, aunque aún
había algunas diferencias, como la inclusión de las murallas de la
ciudad de Babilonia en lugar de los jardines colgantes.
Algo
que se mantuvo a lo largo de la historia fue la inclusión constante
de siete monumentos ya que el número siete ha sido, y sigue siendo,
en muchas culturas un número sagrado y completo.
Coloso de Rodas, M. Van Heemskerck |
La
lista definitiva se crearía en el siglo XVI, a partir de los grabados realizados por el pintor holandés Maerten Van Heemskerck.
La elección se realizó básicamente por estética, a partir del
gusto del artista que creó unas imágenes que nos han llegado hasta
hoy en día y con las que asociamos algunos de los monumentos
desaparecidos, aunque en algunas ocasiones estén lejos de la
realidad, como la representación del coloso de Rodas, una gran
estatua a horcajadas en la entrada del puerto de la ciudad, algo
técnicamente imposible para la ingeniería de la época, incluso
para la actual.
Los
rasgos que definen las construcciones que forman parte de la lista
son básicamente el tamaño, todas son de grandes dimensiones,
constituyen un maravilloso ejemplo de arquitectura y por último son
grandes logros de la ingeniería humana.