A
finales del siglo IV A.C., tras la muerte de Alejandro Magno sus
generales se enfrentaron en una lucha para conseguir un trozo de su
imperio.
El
general Antígono monóftalmo,
se
proclamó rey de un territorio que se extendía por gran parte de la
actual Turquía, Siria e Israel, mientras
que Ptolomeo, también general y amigo de Alejandro, se apoderó de
Egipto e inició una guerra
contra
Antígono para controlar la costa de Siria-Palestina.
En
el marco de esta guerra Antígono exigió a la isla de Rodas, que
se había mantenido como
aliada anteriormente,
su ayuda mediante el envío de barcos, pero
en esta ocasión, a Rodas, que era una isla dedicada al comercio, no le
interesaba entrar en una guerra contra Egipto ya que controlaba el
tráfico de mercancías
que provenía del Mar Rojo y
el Golgo Pérsico por lo que
decidió mantenerse neutral.
Ante
la negativa de la ayuda, en
el 305 A.C. Antígono mandó
a su hijo Demetrio al mando de una gran flota para conquistar la
isla.
A
su llegada ordenó
construir varias máquinas de guerra como litogolos,
ballestas y la Helépolis,
una torre de asedio de más de 40 metros de altura llena
de máquinas de guerra.
Aprovechando
que gran parte de las fuerzas de Antígono se encontraban en Rodas,
otros reinos como Tracia y el imperio Seléucida decidieron atacarlo
por lo que Demetrio y sus hombres tuvieron
que regresar, dejando las
máquinas que habían construido abandonadas en la isla.
Los
habitantes de la ciudad lo recuperaron todo y lo vendieron,
consiguiendo 300 talentos, una fortuna para la época, y agradecidos
por haberse salvado de una conquista segura decidieron construir una
estatua en honor a su divinidad protectora, Helios, dios del sol.
Las
obras para su construcción empezaron enseguida y duraron 12 años,
en los que se emplearon 12 toneladas de bronce y 9 de hierro, además
de varias toneladas de piedra para la base.
La
estatua, encargada al escultor Cares de Lindos, discípulo de Lisipo,
alcanzaba los 35 metros de altura. Estaba formada por un armazón de
hierro y recubierta con planchas de bronce, en las piernas, donde
debía sostener el peso del armazón, las planchas eran más gruesas
y a medida que se subía eran cada vez más finas, para tratar de
hacer la parte superior de la estatua lo más ligera posible.
No
se sabe con exactitud la postura que debía tener, pero lo que es
seguro es que no tenía un pie en cada lado de la entrada del puerto.
Todo parece indicar que tenía las piernas juntas, apoyadas
sobre una única base y seguramente detrás de una de las piernas
debía tener un tronco o un ropaje que le servía de apoyo para
sostener parte de su peso.
La
parte superior ofrece más dudas, aunque es casi seguro que llevaría
una diadema de rayos de sol, atributo del dios Helios, pero ninguna
de las descripciones de la antigüedad nos permiten saber como tenía
los brazos, así como tampoco nos dicen donde se situaba.
Tradicionalmente
el coloso se ha situado en el puerto de la ciudad de Rodas, aunque
hay quienes piensan que es más probable que se erigiera en la
acrópolis, en la parte alta de la ciudad, lo único que se sabe con
seguridad es que estaba en tierra firme.
Apenas
70 años después de su construcción, en el 226 A.C., un violento
terremoto sacudió la isla y la estatua se rompió a la altura de las
rodillas desmoronándose y quedando los trozos esparcidos alrededor
de su base (una de las razones por las que se sabe que no podía
haber estado en la entrada del puerto, ya que los fragmentos hubieran
caído al mar).
Ptolomeo III se ofreció para pagar la reconstrucción del coloso,
pero los rodios tras el desmoronamiento de la estatua de su dios
protector, se volvieron supersticiosos y enviaron primero una
embajada al oráculo de Delfos. Este les dijo que debían dejar los
restos en el lugar en el que habían caído, y allí los dejaron.
A
través de dos crónicas medievales sabemos que los restos del coloso
permanecieron esparcidos durante 800 años, hasta que a mediados del
siglo VII, los musulmanes conquistaron la isla y decidieron venderlos
como chatarra para reaprovechar el hierro y el bronce.