Schliemann dibujando Troya |
A
finales de 1860, Heinrich Schliemann, un acaudalado hombre de
negocios alemán reconvertido en arqueólogo, decidió emprender una
campaña arqueológica tratando de encontrar los restos de la ciudad
de Troya y de los héroes descritos en los relatos homéricos.
Algo
sorprendente para la época, ya que a finales del siglo XIX todo el
mundo consideraba que la guerra de Troya era una leyenda, y que el
ciclo troyano y el resto de narraciones que hacían referencia a la
ciudad, eran simplemente una invención literaria.
Schliemann
por el contrario creía que leyendo con atención las fuentes
literarias era posible encontrarla, y con ese fin se trasladó, en
1871, a Turquía. Empezó a excavar en la colina de Hissarlik, tras
haber acordado con el gobierno turco sus derechos sobre la mitad de
todos los hallazgos, la otra mitad pertenecería al imperio turco otomano.
En
apenas tres años ya había excavado buena parte de la colina,
encontrando lo que creía era la ciudad de Troya.
Schliemann
esperaba encontrarse una ciudad como la que se describía en La Iliada y La Odisea, pero en realidad encontró
nueve ciudades superpuestas, con restos que iban desde la época del Imperio romano hasta la primera Edad del Bronce.
Sofía Kastrommenos con joyas del tesoro |
Ninguna
de ellas era la gran ciudad destruida por un incendio que buscaba,
siendo la conocida como Troya 6, datada entorno al siglo XIII
A.C., la más cercana a la cronología y descripciones de La
Iliada.
En
1873 ante la imposibilidad de demostrar que había encontrado la
ciudad de Troya decidió abandonar las excavaciones. Según cuenta el
propio Schliemann, antes de marcharse decidió dar un paseo por el
yacimiento con su mujer Sofía, llegando hasta lo que consideraba era
el palacio del legendario rey Príamo, padre de Héctor y Paris,
donde vieron un reflejo dorado en el suelo, al excavar un poco
descubrieron un plato de oro.
Dieron
el día libre a los obreros y entre Schliemann y su mujer excavaron
la zona, encontrando lo que hoy se conoce como el Tesoro de Príamo, varias vasijas y copas de oro, joyas, barras de plata,
un escudo de cobre y espadas.
Según
las teorías de Schliemann el día en que los griegos asaltaron la
ciudad de Troya, el rey Príamo mandó ocultar el tesoro a los pies
de la muralla, salvándolo del saqueo.
Hoy
en día se sabe que las piezas fueron encontradas en diferentes
excavaciones, y en diferentes tumbas de una necrópolis a las afueras
de la ciudad, a parte de que en esos días su esposa se encontraba en
Atenas debido a la muerte de su padre.
Tras
el descubrimiento el gobierno turco reclamó la parte del tesoro que
le correspondía, algo a lo que Schliemann se negó, huyendo a
Grecia, donde el caso acabó en los tribunales. El juez dio la razón
al gobierno turco, pero aún así Schliemann se negó a entregar la
mitad del tesoro, llevándoselo a Berlín y donándolo a perpetuidad
y de forma indivisible al gobierno alemán.
El
tesoro se depositó en el museo de Protohistoria y Prehistoria de
Berlín y allí permaneció hasta la Segunda Guerra Mundial, momento
en el que se decidió salvaguardar las piezas en un almacén que se
había construido bajo el zoo de la ciudad.
Tesoro de Príamo |
Tras
la guerra, el ejercito ruso lo descubrió y decidió llevárselo a
Moscú, aunque durante el traslado, el tesoro simplemente,
desapareció.
Y
no se volvió a saber nada de el, hasta que a finales del siglo
pasado unos investigadores observaron que en las fotografías que el
ejercito ruso había tomado del traslado aparecía una joven
arqueóloga, Irina Antonova, que posteriormente se convertiría en la
directora del museo Pushkin.
Antonova
negó saber absolutamente nada sobre el paradero del tesoro,
confirmando que se había perdido tras finalizar la guerra, algo que
mantuvo hasta 1993, cuando concedió una entrevista a una
publicación rusa, en la que confesó que en realidad si sabía donde
se encontraban las piezas del tesoro de Príamo.
Durante
cincuenta años habían estado escondidas en una sala subterránea y
secreta del museo Pushkin, a la que solo podían acceder ella y un
vedel escogido por su fidelidad.
A
raíz de esta confesión el estado ruso recibió demandas de tres
países que reclamaban la propiedad del tesoro. Turquía reclamaba el
cincuenta por ciento que había acordado con Schliemann, Grecia
quería el otro cincuenta por ciento ya que eran piezas de origen
griego y Schliemann las había sacado ilegalmente del país y
Alemania exigía el tesoro en su totalidad, tal y como Schliemann se
lo había donado.
Tras
varios años de enfrentamientos judiciales, en 1998, el gobierno ruso
aprobó una ley mediante la cual todas las obras de arte que se
habían llevado de Alemania durante la II Guerra Mundial pertenecían
legalmente al estado ruso como compensación por los robos que los
nazis habían llevado a cabo en la Unión Soviética.
Tesoro de Príamo |
Por
lo que hoy en día el tesoro de Príamo se expone en el museo
Pushkin de Moscú.