EVACUACIÓN DEL MUSEO DEL PRADO: DE MADRID A VALENCIA

El 17 de julio de 1936 parte del ejército español se sublevó contra el gobierno de la Segunda República dando inicio a la guerra civil española, un enfrentamiento que duraría más de dos años.

En Madrid la población se enfrentó contra los golpistas y aquellos a quienes consideraban sus cómplices, la Iglesia y la nobleza, surgiendo grupos que allanaban, quemaban y robaban los palacios y edificios religiosos.

Las imágenes de esa destrucción se usarían como propaganda contra el gobierno republicano, restándole muchas simpatías internacionales.

Ante esta situación se creó por orden de Francisco Barnés, ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes de la República, una junta de incautación encargada de salvar el patrimonio artístico.

Una de las primeras tareas que realizó la junta fue poner a salvo las obras de arte de los palacios e iglesias tomados por los sindicatos y asociaciones políticas, a la vez que se ponía en marcha un rudimentario sistema de propaganda, estudiantes de bellas artes crearon carteles que colgaban por todas partes alentando al pueblo a la defensa de su patrimonio.

Las obras que la junta empezó a salvar en Madrid se almacenaban en la basílica de San Francisco el Grande y en el convento de las Descalzas, creándose un catálogo de las obras según procedencia, autor y materia.


A mediados de noviembre, con el ejército sublevado acercándose a Madrid, el gobierno decidió abandonar la capital y trasladarse a Valencia. En la misma reunión también se decidió que el patrimonio artístico español acompañaría al gobierno allí donde este residiese, ya que solo así se podía garantizar su seguridad.

Las obras más importantes de este patrimonio se encontraban en el museo del Prado, que a finales de agosto había cerrado sus puertas al público, al mismo tiempo que Pablo Picasso había sido nombrado director, aunque nunca viajó a Madrid, siendo su subdirector Sánchez Cantón quien realmente tomaría todas las decisiones, entre ellas las de trasladar las obras a los sótanos del museo y proteger el edificio con andamios y sacos terreros.

Galería del museo del Prado en 1936
Siguiendo las indicaciones del gobierno el 10 de noviembre de 1936, con el enemigo a las puertas de la ciudad, salió del museo el primer convoy hacia Valencia cargado con 18 obras maestras de artistas como Tiziano, Goya, El Greco o Velázquez.

Seis días después un ataque aéreo alcanzó, entre otros edificios, al museo del Prado aunque las medidas de precaución tomadas ayudaron a evitar el desastre, y sólo hubo que contar vidrios rotos, puertas desencajadas y un altorelieve italiano partido.

Ante el aumento de los bombardeos sobre Madrid se decidió acelerar la evacuación del tesoro artístico a Valencia.

Para su traslado se decidió no desmontar las obras de su bastidor, ya que se temía que al enrollarlas se dañarían las capas de pintura. Las obras se dejaron en su marco, construyéndose cajas a medida donde se ajustaba el cuadro por medio de almohadillas, después de haber protegido la superficie pintada con cartón y guata y se cerraba la tapa con tornillos para evitar los martillazos.

El camino era difícil, las carreteras ya de por si en mal estado habían empeorado con el paso de los camiones y armas de guerra y en ocasiones habían sufrido bombardeos. Era difícil encontrar gasolina y piezas de repuesto y a cada paso había puestos de control de ayuntamientos o partidos políticos que controlaban el paso, además del peligro de ser atacados o bombardeados.

Por motivos de seguridad se decidió viajar a una velocidad máxima de 15 kilómetros por hora, por lo que se tardaban unas 24 horas para llegar a Valencia.



Ya en Valencia, la junta, presidida por el pintor extremeño Pérez Rubio, decidió utilizar la iglesia del Patriarca y las torres de Serranos, una fortaleza gótica del siglo XIV, como almacén para las obras, que continuaron llegando, a pesar del peligro, durante toda la primavera y el verano de 1936.